domingo, 26 de julio de 2009

Una historia sin fin...


Ella solía cantar muy fuerte todos los días a las cuatro de la tarde.

Y silbaba cuando el frío le subía por las piernas en la mañana.

Contaba gotitas de rocío en los girasoles

Y escondía miradas tiernas en miles de rincones para regalártelas más tarde.

Todos los viernes cuando la luna comenzaba a sonreírle a las estrellas

Buscaba en la oscuridad el calor que le quemaba cada

Uno de los lunares de su espalda.

Y veía los ojos brillantes de un hombre

Que le susurraba frases en el oído que ella no entendía.

Pero que tampoco se esforzaba en comprender.

Y es que se sentía bien cuando él le hacía temblar las piernas

jueves, 28 de mayo de 2009

A las 23:42

Escribo cuando los días están nublados
Cuando juego ajedrez con el aburrimiento a mi lado.
Si es que siento el frío susurrándome en los huesos,
O cuando la música me entrega palabras que iluminan
Mis sentidos.

Prohíbo que los sonidos entren en mi cuarto
Y si es que en ese momento no obedecen, obstinados.
Prefiero que se queden en la habitación sólo los más suaves,
Aquellos que pueda acariciar con las manos.

Escribo cuando la inspiración me susurra palabras
Bonitas, sutiles y fogosas en el oído
Y cuando el tiempo se da el tiempo de estar conmigo
Me gusta estar acompañada de la soledad
Y gritarle a la cara que no me importa
Que sea una ingrata, que me visite únicamente
Cuando quiere compañía

Hay días en que siento pena y las palabras,
Me pican en los labios o en las manos,
Para salir a jugar entre ellas.
Entonces me siento y escribo.

Por las noches, a veces, no puedo dormir
Y debo ponerme a escribir.
Las ideas explotan en mi mente,
Y desaparecen fácilmente, si no las garabateo
Sobre un papel descolorido.
En Todos los instantes, invento inútiles cursilerías
Pero me gustan, y las escribo

Lo hago con lápices o con botones, no me importa.
Mientras puedan ser las letras legibles,
Yo las escribo.
No afecta si esos vagabundos versos quedan en el olvido,
O van pasando de oído en oído.
Lo que interesa es que ya no están sólo conmigo.

Siento que todos han escrito siempre lo mismo
Que es mi edad la que demanda las tonterías que yo escribo
Que las mujeres débiles se agotan en un suspiro,
que los hombres fuertes, son una ruda fantasía.
Y que las palabras jamás serán suficientes.
Entonces, de pronto, siento ganas de agitar muy fuerte mis pestañas
Y salir volando lejos, para dormir en las nubes,
Pero como no lo puedo hacer, lo escribo.

sábado, 2 de mayo de 2009

Luces que no iluminan...


Sorda de tanto ruido, perdí mi alegría en un bar.
Moviendo mi cuerpo al son de letras sin sentido
Con una patética sensualidad que nunca he tenido.
Nadando entre vasos de desconocidos
Llenos de un licor barato y desabrido
Fumando un humo cansado y viejo
Sudando un sudor que no es el mío.
Esperando que llegue un febril extraño
Disfrazado de príncipe, que me de una caricia
Pasajera, carente de sentimiento y de valor.
Programada, prohibida, fugaz y electrizante
Fría pero que pretende quemar
En un aire donde todo es susceptible a los incendios.
Una caricia que se extingue en la pegajosa oscuridad
Y que se evapora rápidamente en el olvido.
Una caricia que se funde en un beso que no es un beso.
Que es un ir y venir de lenguas de personajes sin nombre.
Sin pasado y sin futuro.
Caricaturas que se dibujan en el momento
Y que existen sólo por las noches
La noche. Amarga y cruel amiga de parrandas
Traicionera, pero a veces, fiel aliada.
La noche con sus estrellas y sus sonidos.
Con sus borrachos, sus amantes y sus gemidos.
Con esos hombres únicos y malparidos.
¡Qué noche aquella en que tus labios se toparon con los míos!

domingo, 26 de abril de 2009

Pausa...


-¿Interrumpo? Dijo él haciendo que ella levantará la vista, dejando de escribir.
¿Qué si interrumpía? ¿Era capaz de preguntarlo?
Claro que interrumpía, interrumpía como nunca antes nadie lo había hecho en su vida. Interrumpía como un tornado de sensaciones que no conocía. Interrumpía con aquellos ojos verdes que la miraban ocultos tras esos lentes y no le permitían observar su alma. Interrumpía la tranquilidad a la que su corazón estaba acostumbrado. Interrumpía en su mundo rompiendo todos los esquemas que ella planificaba a diario. Interrumpía en su cuerpo recorriéndolo por completo sin nunca antes haberlo tocado. Interrumpía con su experiencia que la llenaba de fuego, y sobre todo, interrumpía con sus palabras que parecían acariciarla suavemente como blancas manos. Interrumpía, interrumpía, interrumpía.
-claro que no. Respondió ella con tenue voz, mientras la cara se le pintaba de rojo.
Entonces él se sentó a su lado. Interrumpiendo su paz, su armonía, su corazón, su sonrisa, su vida. Dejándola tan feliz, pero al mismo tiempo tan VACÍA.

Por favor interrúmpeme, aunque sea por sólo un segundo. Te lo suplico

domingo, 19 de abril de 2009

Confesiones.




Ninguno de los dos se atrevía a dar el primer paso. Ya se conocían hace mucho tiempo pero esta parecía la primera vez que salían juntos. Hace meses que no se veían, era ese quizás el problema, ¿Cómo saber si esa antigua pasión seguía viva? La forma nerviosa en que él le hablaba de todo pero sin decir nada y el deseo con que ella lo miraba eran razones suficientes para darse cuenta que sería muy difícil apagar el fuego que nacía de los dos cuando estaban juntos, cuando se tocaban, cuando se besaban. Caminaron largo rato para llegar a cualquier sitio en donde pudieran estar solos. Eso era lo importante. Cuando por fin descubrieron el lugar perfecto, junto al mar, se sentaron sabiendo que se hacia tarde y que ella debía regresar. Reinaba el silencio, el mar había cedido su habitual ruido a la calma de las olas ya cansadas de tanto ir y venir. El cielo, con un brillo propio de las noches de verano entregaba un sutil romanticismo a la velada, lleno de estrellas que se reflejaban en los ojos de ella que las contemplaba nerviosa, sabiendo que él la contemplaba a ella. De pronto sus miradas se quedaron fijas en la mirada del otro y él avanzó hacia ella. La tomo por la cintura atrayéndola a su cuerpo extasiado y ella no pudo resistirse esta vez. Había pasado muchas noches deseando fuera él, no otros, el que la besara. Fueran sus labios, no el de un desconocido, los que recorrieran su boca. Su corazón latía tan rápido y tan fuerte que daba la impresión que se escuchaba por toda la playa. Él tomo la cara de ella con sus blancas manos, la acaricio lentamente y luego acerco su nariz para pasearla cómodamente por la de ella. Rozaron al principio sus bocas y luego él acaricio con sus dedos los bordes de los labios de la muchacha., hasta que sus lenguas se introdujeron en la boca del otro para luchar en una especie de batalla amistosa. Enroscándose, estirándose, doblándose, mordiéndose, avanzando y retrocediendo una y otra vez. Se besaron con locura, con pasión, con vehemencia, con ternura, de pronto se miraban por un segundo y no podían contener las ganas de fundirse en un solo cuerpo. En la mirada de ella no sólo se reflejaba el enorme deseo, sino que había también un profundo miedo, miedo de dar un paso del que después no podría volver jamás, miedo de hacer con él, cosas que no había hecho con ningún otro. Pero daba la impresión que la lascivia era más fuerte que el temor. En la mirada de él sólo se oía un profundo apetito por su cuerpo. Se tocaban cuidadosamente, no dejaron ningún rincón de sus cuerpos sin recorrer. Sus lenguas dejaron de deambular sólo por sus bocas para comenzar a viajar por otros parajes más secretos, más íntimos y más placenteros. Su respiración se intensificaba a cada segundo, y el silencio de antes había desaparecido. Que magnífico hubiera sido quedarse así toda la noche, pensaba ella, pero debía marcharse. Debía dejar inconcluso otra vez aquello que hace tanto había empezado y que ambos querían terminar, pero no era el momento y el lugar para ponerle un fin o un principio, dependiendo del punto de vista, a esa historia, debía aplazar una vez más aquello que la volvía loca. Sabía que en la próxima ocasión que estuvieran así no podría negarse, pero por lo menos en esta noche ya había sido suficiente.

Música.

Vuelan despacio y con delicadeza hasta mi oído las notas de tu melodía. Acaricias tu guitarra como jamás he visto ni oído a nadie acariciarla. Y cantas. Y cada letra que pronuncian tus labios me otorga un trozo de cielo. Y de pronto posas furtiva tu mirada sobre la mía, y me enciendes. te das cuenta, porque me sonrojo. Pero no puedo evitarlo. Me quemas. Tus labios, tus dedos, tus ojos, todo lo tuyo me calcina. Y sonríes malicioso y te acercas. Quieres robarme un beso, pero ya me has robado el alma. Y me alejo. Retrocedes y descansas tu mirada otra vez en la guitarra, creo que por esta noche será sólo ella la que reciba tus caricias.

sábado, 18 de abril de 2009

Príncesa en Crisis.


Una traicionera, una honesta, una bruja y una princesa, una enamorada y una abandonada. Y yo no soy ni la una ni la otra. No soy la que ama ni la que espera ser amada. No soy la que engaña ni la que teme ser traicionada. No soy la que deja con dolor el espacio vacío ni la que viene con delirio a recoger las sobras de cariño. No soy de aquellas ilusas que enaltecen a sus idiotas amados y los llenan de bobas palabrerías. Ni tampoco soy de esas que esperan ser alabadas, ni lloran con una carta ni dibujan deformes corazones todo el día. No espero ser considerada una dama, pero tampoco tengo ningún uniforme de ramera, sé que hay momentos y lugares para cada una. No soy de las que vibran con las fechas pero tampoco soy una olvidadiza. Soy. Sólo eso. No sé como. Pero soy. Romántica, quizá. Pero mientras nadie me vea. Sensible, tal vez, aunque nadie lo sepa.
Disuelvo en frialdad todo lo que pueda llegar a sentir. Prefiero decir pasión en vez de decir amor. Ya no creo en príncipes ni en hadas ni mucho menos en idiotas princesas. Juego. No sé con que. Quizás con sentimientos, con los momentos. No lo sé. Pero me divierto. Me enamoro es cierto. Pero sólo de mi misma. ¡Rayos!. Creo que sin darme cuenta, o tal vez a propósito, a la fuerza, o podría ser que por mi propia voluntad, mi alma se convirtió en la de un hombre.

O quizás soy una mentirosa y todavía espero ser rescatada de la bruja mala por un idiota en caballo blanco.