Escribo cuando los días están nublados
Cuando juego ajedrez con el aburrimiento a mi lado.
Si es que siento el frío susurrándome en los huesos,
O cuando la música me entrega palabras que iluminan
Mis sentidos.
Prohíbo que los sonidos entren en mi cuarto
Y si es que en ese momento no obedecen, obstinados.
Prefiero que se queden en la habitación sólo los más suaves,
Aquellos que pueda acariciar con las manos.
Escribo cuando la inspiración me susurra palabras
Bonitas, sutiles y fogosas en el oído
Y cuando el tiempo se da el tiempo de estar conmigo
Me gusta estar acompañada de la soledad
Y gritarle a la cara que no me importa
Que sea una ingrata, que me visite únicamente
Cuando quiere compañía
Hay días en que siento pena y las palabras,
Me pican en los labios o en las manos,
Para salir a jugar entre ellas.
Entonces me siento y escribo.
Por las noches, a veces, no puedo dormir
Y debo ponerme a escribir.
Las ideas explotan en mi mente,
Y desaparecen fácilmente, si no las garabateo
Sobre un papel descolorido.
En Todos los instantes, invento inútiles cursilerías
Pero me gustan, y las escribo
Lo hago con lápices o con botones, no me importa.
Mientras puedan ser las letras legibles,
Yo las escribo.
No afecta si esos vagabundos versos quedan en el olvido,
O van pasando de oído en oído.
Lo que interesa es que ya no están sólo conmigo.
Siento que todos han escrito siempre lo mismo
Que es mi edad la que demanda las tonterías que yo escribo
Que las mujeres débiles se agotan en un suspiro,
que los hombres fuertes, son una ruda fantasía.
Y que las palabras jamás serán suficientes.
Entonces, de pronto, siento ganas de agitar muy fuerte mis pestañas
Y salir volando lejos, para dormir en las nubes,
Pero como no lo puedo hacer, lo escribo.