
Una traicionera, una honesta, una bruja y una princesa, una enamorada y una abandonada. Y yo no soy ni la una ni la otra. No soy la que ama ni la que espera ser amada. No soy la que engaña ni la que teme ser traicionada. No soy la que deja con dolor el espacio vacío ni la que viene con delirio a recoger las sobras de cariño. No soy de aquellas ilusas que enaltecen a sus idiotas amados y los llenan de bobas palabrerías. Ni tampoco soy de esas que esperan ser alabadas, ni lloran con una carta ni dibujan deformes corazones todo el día. No espero ser considerada una dama, pero tampoco tengo ningún uniforme de ramera, sé que hay momentos y lugares para cada una. No soy de las que vibran con las fechas pero tampoco soy una olvidadiza. Soy. Sólo eso. No sé como. Pero soy. Romántica, quizá. Pero mientras nadie me vea. Sensible, tal vez, aunque nadie lo sepa.
Disuelvo en frialdad todo lo que pueda llegar a sentir. Prefiero decir pasión en vez de decir amor. Ya no creo en príncipes ni en hadas ni mucho menos en idiotas princesas. Juego. No sé con que. Quizás con sentimientos, con los momentos. No lo sé. Pero me divierto. Me enamoro es cierto. Pero sólo de mi misma. ¡Rayos!. Creo que sin darme cuenta, o tal vez a propósito, a la fuerza, o podría ser que por mi propia voluntad, mi alma se convirtió en la de un hombre.
O quizás soy una mentirosa y todavía espero ser rescatada de la bruja mala por un idiota en caballo blanco.
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