Ella solía cantar muy fuerte todos los días a las cuatro de la tarde.
Y silbaba cuando el frío le subía por las piernas en la mañana.
Contaba gotitas de rocío en los girasoles
Y escondía miradas tiernas en miles de rincones para regalártelas más tarde.
Todos los viernes cuando la luna comenzaba a sonreírle a las estrellas
Buscaba en la oscuridad el calor que le quemaba cada
Uno de los lunares de su espalda.
Y veía los ojos brillantes de un hombre
Que le susurraba frases en el oído que ella no entendía.
Pero que tampoco se esforzaba en comprender.
Y es que se sentía bien cuando él le hacía temblar las piernas