domingo, 26 de julio de 2009

Una historia sin fin...


Ella solía cantar muy fuerte todos los días a las cuatro de la tarde.

Y silbaba cuando el frío le subía por las piernas en la mañana.

Contaba gotitas de rocío en los girasoles

Y escondía miradas tiernas en miles de rincones para regalártelas más tarde.

Todos los viernes cuando la luna comenzaba a sonreírle a las estrellas

Buscaba en la oscuridad el calor que le quemaba cada

Uno de los lunares de su espalda.

Y veía los ojos brillantes de un hombre

Que le susurraba frases en el oído que ella no entendía.

Pero que tampoco se esforzaba en comprender.

Y es que se sentía bien cuando él le hacía temblar las piernas